Jade May Hoey

1974-2004

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29.8.05

Adiós muchachos

Imagina una de esas copas suramericanas que se montan con el solo fin de atender las obligaciones que la publicidad impone a la televisión y que esta impone al fútbol. Podrías ponerle un apellido que aludiera a los próceres de la historia, que no han sido tantos que están tan echados al olvido, que esta ocasión y cualquiera otra estaría bien con tal que las fervorosas masas incultas repitan esos apellidos, que martillen esos apellidos, que se encarnicen con ellos y en ellos, pero no, la copa llevará el nombre de su padre, el señor Nissan, que si bien no goza de fama presente, con la suculenta inversión que despliega a lo largo de todo el continente no tardará en conquistar un puesto en el cuaderno de los escolares. Así se hace la historia y no de otra manera. Imagina que tú eres simpatizante de un equipo de provincias, de esos a los que les toca campeonar sólo cuando a los dueños del circo les da por atender otros asuntos, algo así como hacer travesuras cuando creemos que dios está durmiendo, sólo que dios nunca duerme, y estas no son travesuras sino pequeños grandes accidentes, que se ven pequeños si son inmediatos pero en sentido contrario al que muestran los espejos retrovisores de los automóviles, la imagen se crece a medida que nos alejamos. Así se construyen los mitos. Los héroes son lejanos. Sus fotos en blanco y negro, mucho antes de que el blanco y negro se llamase escala de grises, como si la avanzada del tercer sexo hubiese irrumpido también en este entuerto. Los epígrafes de las fotos en blanco y negro por el contrario brillan con luz propia. Imagina también que el capricho del destino impone que en esa copa suramericana te toque medirte en el primer turno con tu tradicional rival, un equipo que carga la misma modestia que el tuyo, sólo que tú lo odias como si sólo hubieras nacido para odiarlo. No, sé que no puedes imaginar lo que es presentarte en la casa del ser amado y que la familia, reunida en congreso en derredor de la mesa, te escrute hasta el hueso y antes de preguntarte tu nombre averigüe si no perteneces al bando antagonista, ay de ti si lo fueras, de qué se disfraza uno. No, nadie con un mínimo de raciocinio puede entenderlo, pero sigamos. Imagina que la eliminación se juega a dos partidos, uno en cada cancha, y que el primero es un empate redondo en la cancha de ellos y un lunes, el día menos glamoroso de la semana, pegadito al Paraná es la revancha, es en casa, es a suerte y verdad. Y tu equipo se adelanta en el marcador durante la primera mitad del partido y el resto se hace enredado, de dientes apretados. Ellos se vienen con todo y nosotros resistimos como los esquimales: con cánticos. Imagina que el partido está por terminar y se está por dar la jugada soñada. Hay un desborde y una posterior habilitación al medio y de espaldas al arco un ignoto jugador le pega a la pelota con el taco y no entra. Esa página de la historia que pudo quedarse escrita con el barro de un tacazo certero que fuese a besar la red elige que no, que es mejor dejar las cosas como están hasta mejor ocasión. Qué son cincuenta años en la historia de la humanidad, nada, un par de páginas como el tacazo fallido, tu vida, la mía.

Comments on "Adiós muchachos"

 

Anonymous Anónimo said ... (30/8/05 02:07) : 

¡¡¡AGUANTE EL CANALLA!!!

 

Blogger Diaz de Vivar said ... (30/8/05 10:33) : 

de qué equipo hablás, yo no entiendo nada pero me hace acordar a racing.

me pregunto: por qué lo de hablar de tú?

 

Blogger Daniel said ... (30/8/05 10:58) : 

¿y desde cuándo sos de all boys, vos?

 

Anonymous Anónimo said ... (30/8/05 14:20) : 

demasiado duro el relato como para ponerle acento gallego.

 

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