rtf
Debo confesar una intimidad que no preocuparía a nadie en absoluto: mi computadora tiene un disco rígido exiguo, lo cual condiciona mis ambiciones de escribir la gran novela patagónica, al menos hasta que me dé el cuero para comprarme algo más potente. Paso a detallar: De mis charlas con mi amigo más entendido en informática saqué en limpio que no hay como los archivos txt. Tienen lo que tienen que tener. Por eso no pesan más de lo que tienen que pesar. Pero además de que el aspecto de los textos es siempre el mismo, lo tientan a uno a que ponga más puntos y aparte de los que merece la pena por arribar a la mera comodidad de no perder el hilo. Se me dirá el que escribe siente el pulso interno y no necesita ver. Puede ser, pero yo no la llevo tan fácil. En ese pulso interno entreveo la palabra que sigue, pero está impresa en mi misma lengua. Para traducir a un idioma intelegible hay que trabajar un poco más la piedra. Sin embargo ya no se trata del pedestre acto de anotar cosas. Hay un valor agregado que está en la violencia con que se le da a esa letra muerta. Hablamos de la diferencia entre la saliva y el escupitajo, ya que es un tema que gusta a las portadas actuales de la prensa. Sin el impulso expulsivo, sin la voluntad de agredir o ya sin las sustancias ajenas, el escupitajo sería candidez, derechamente, saliva. Por eso me gusta el formato rtf. Quiere decir algo así como Rich Text Format. Es un poco más que txt, pero mucho menos que un documento de word. El punto, según lo que me cuentan y he preferido creer, es que un documento de word alberga dentro de sí muchas combinaciones posibles que exceden radicalmente a las palabras contenidas. Es verdaderamente choto ocupar el lugar de lo escrito y a la vez el de todas las posibilidades que se desprenden de eso. El texto debería bastarse por sí mismo. Si a tres de mis párrafos agrego el éxito que me hubiese deparado que alguien me lleve en sus maletas a la feria de Franckfurt o si cobrase vida la ínfima posibilidad de que se descubriera mi affaire con la hija del ministro, otro sería el cantar. Sí, pero no es. |
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