Jade May Hoey

1974-2004

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7.6.05

La resistencia

Tal vez no sea lo aburrida que dicen. Tantas veces las apariencias nos engañan que ya deberíamos no digo ser amigos sino al menos estar familiarizados con el timo. Si hay timos de todos los colores, verdes, sabrosos, pequeñitos, qué cuernos sé yo. O tal vez sea exactamente lo contrario. Tanto bonachón preocupado por hacer las cosas sólo ante la inminencia de su venida. Todos lo hemos hecho alguna vez. Incluso yo que no soy muy afecto a la sobreactuación me he remangado para lidiar como una fregona para dejar brillante lo que no puede ser así, y precisamente ante esa inminencia me he visto derrumbarme sobre mí mismo, exhausto, entregado a las fuerzas del más allá. Esas veces alguien vino, husmeó un poco de la casa, un poco de mí, pero resulta casi evidente que alguna formalidad faltaba, el trámite no era el correcto, o se trataba de una pretensión extemporánea de mi parte. Entonces ella que veía con todas las ganas de quedarse un invierno completo con sus noches, veía el panorama, fingía ponerse cómoda pero ya para sus adentros se decía que desempacar resultaba un esfuerzo ocioso, algo evitable y así nomás, como si nada, recibía el llamado de quien conduce estas barajas y se volaba por la ventana. Ya aprendido en estos menesteres uno se da cuenta que no merece la pena prestarle demasiada atención al equipaje. Así como vino se irá. Acaso nadie venga a buscarlo y se teletransporte. Mejor creo yo que lo cubrirá el polvo. De acá en más para qué limpiar si nadie vendrá. El que vive en los barrios feos sabe que no le queda otra que clausurar la miseria con ornamentos, cubrir las manchas de humedad con muebles, pero no es mi caso. Yo no le doy rienda libre a mis vanidades si no sé qué es en pos de algo. Pero viendo la hora que es yo ya me iría sentando. Demasiadas noches en vela y de pie.

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