Jade May Hoey

1974-2004

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24.6.05

La llave

A primera vista lucía demasiado dueño de sí mismo para ser sus primeros días de trabajo en el ente público de fomento de la provincia. Nadie le conocía un padrino político, de modo que su capacidad para resolver las controversias cotidianas resultaron para todos una sorpresa. Las muchachas, sin embargo, preferían detenerse en sus gestos mundanos, en su elegancia displiscente, la parquedad con la que alambraba su territorio.
El día que no llegó a tiempo su secretaria conoció el frío del pasillo y tambien el don de gente de ella, que lo convidó a pasar a su oficina, hasta que apareciese la llave o la copia que atesoran las huestes de servicios generales o alguien lograse el milagro, ábrete sésamo.
La miró con detenimiento y supo que era hermosa. Al fin comprendió las bromas que se gastaban los atorrantes en el pasillo. Por un momento tembló, pero impostando sobriedad aceptó uno y otro mate y se prestó a una charla frugal, de desayuno entre desconocidos.
-Ta luego, sos un sweety -le dijo ella cuando él volvió su mirada para darle las gracias por los mates. También agradeció a las manos que le dieron la llave y dejó de temblar.
-Qué tal el nuevo -oyó que le preguntaban las ceslestinas de siempre. -Es una criatura -dijo ella, se acomodó los lentes y se puso a trabajar.

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