Jade May Hoey

1974-2004

Powered by Blogger


Locations of visitors to this page

22.6.05

Crítica de conductas humanas

Dos semanitas más y da vuelta el mes le decía mi padre a mi madre cuando la economía doméstica se hacía cada vez más estrecha en el hogar de los Mayer. No sé, capaz que al viejo le gustaba imaginarse que al mes lo medían los mismos relojes que a los días. Pasan los años y yo corro la misma suerte. Durante la segunda quincena del mes tengo que agudizar el ingenio para compensar los despilfarros que cometí durante la primera. El caso es que cuando recién cobro quiero darme todos esos gustos que me vine negando y negando y de puro goloso que soy con la moneda en la mano no puedo resistirme a comprar lo que me gusta, aunque tal vez no me sirva, me quede grande, o sea demasiado oneroso pa tan flacas finanzas.
Durante los primeros días voy a un supermercado lujoso y a estas alturas recurro a algo más modesto, a un almacén de barrio que, además de quedarme más cerca -lo cual no es un dato menor para el sujeto que camina como cansado de la vida- me provoca menos culpa llegado el caso de tener que hacerme de una cebolla chica o un rollo de papel higiénico.
Lo atiende una pareja de señores mayores, que le ponen todo el empeño para que parezca que hay de todo cuando en realidad la poca rotación en las mercancías da más bien un poco de pena, una sensación de pobreza franciscana que ellos combaten con su toque personal. Saludan muy atentos, fingen preocuparse por los problemas de los clientes y de hecho no se privan de interrogarme por el resultado -una carnicería con todos los cortes, le juro- de mis últimos exámenes.
Por excepción hoy fui por la tarde. No serían más que las cinco y estaba doña Carmela, la esposa del dueño, junto con un grupo de amigas cotorreando dale que va. Tanto que tuve que hacer notar que llevaba cierto apuro para que detraigan de mi riqueza el resultado de la adición.
-Atendé al jovencito -sugirió una de las mujeronas, la más vieja de todas-, va a pensar que estamos chusmeando.
Parecía adivinarme los pensamientos porque no tardó en agregar que lo que hacían no era intercambiar chismes sino fomentar la crítica a las conductas humanas. La confesión me tomó tan desprevenido que no pude musitar más que una sonrisa de cortesía, pagar y retirarme.
Qué espanto detener la vida para ejercitar sobre ella la función crítica, pensé mientras volvía. Viento en contra caminaba con mi bolso de los mandados hecho un rollo con la columna trazando un ángulo cerrado a contar desde el suelo.
Hay que hacer plata, don Maye (pronúnciese Máshe) decía Cachiche cuando yo era un purrete en flor. Ganarse el mango en loca carrera las más de las veces nos aparta de aquello que verdaderamente nos gusta hacer o incluso de lo que nos sale mejor. Entonces nos calzamos otra pilcha, argüimos compostura a partir del gesto, y trabajamos. Es notoria en tales casos la pérdida de la frescura. Nos ponemos serios sin remedio.
Eso diferencia a los escritores de los críticos. Ser crítico es un trabajo que consiste en evaluar el sometimiento de una obra a un conjunto de reglas convencionalmente aceptadas o peor aun tomar como parámetro las reglas de juego que convendrían al crítico si es que él estuviera en papel de ejecutante.
En ámbitos pequeños por opción, como mi barrio, no puede pretenderse que las categorías analíticas de mis vecinas sean demasiado complejas. A tipos que pretenden formar opinión este modesto lector les exige más. La vergüenza no es bastante, che. Eso no obsta a que uno, en materia de gustos, pueda abonarse a lo que venga en gana sin que haga falta mayor esclarecimiento. Pero, modestamente, sugiero que en adelante, quien se pretenda escritor prohiba que digan de él que es un crítico. Críticas son mis vecinas a la tarde, en el almacén de barrio.

Comments on "Crítica de conductas humanas"

 

post a comment