Jade May Hoey

1974-2004

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21.1.05

Me soñé atónito por una noticia. No la esperaba, secretamente la deseaba con la intensidad con la que me aboco a toda causa condenada de antemano a la derrota. Sonó el despertador. Era demasiado tarde, increíblemente tarde. No pude despedirme de la modorra hasta bien entrada la mañana. Tampoco dejaba que se fuera de mí la buena noticia que sólo acaeció en los sueños. Créase o no, cualquier cosa, la más ridícula que sueñe, tiene para mí en el peor de los casos, unos gramos de verosimilitud. Si me da por soñar con que un monseñor deje por un rato los buenos hábitos en pos de hacerse de un escaño en la cámara de diputados, si un eventual contrincante alude a que en materia de controversias en su partido no se fijan en detalles como la caballerosidad: da lo mismo que sea un ex presidiario, una mujer, un obispo, un niño superdotado, un viejo choto, todos cobran por igual. Eso lo soñé y escuchando las noticias al mediodía pude constatar que mi sospecha tenía cierto asidero. Lo que no termino de entender ni siquiera en perfecto estado de lucidez, como creo que es el de esta hora de la tarde, es qué cuernos puede hacer un cura dentro de un frente amplio de fuerzas sociales encabezado por un enano fascistoide. Si fuera opositor, vaya y pase. Pero quizá este razonamiento forme parte del sueño anterior y me lo traje conmigo cuando saqué la sábana para darle un agua, que ya viene siendo buena hora. Pero no. Lo que soñé, lo que verdaderamente desearía que suceda, eso nunca va a pasar, ¿me entendés?. Nunca

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