Jade May Hoey

1974-2004

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25.1.05

De paradojas está lleno el mundo. Llegar, por ejemplo, tarde al trabajo cuando uno carece de las jinetas de imponer la autoridad por buenas o malas y hacerlo con altanería, casi mirando con fiereza desafiante a todo el mundo, a cualquiera que se atreviese a apuntar que este muchacho no llegó a horario nunca en todo el verano. Lo que importa es el gesto, pudo ser una mala noche, quizá sea un mal verano, pero hay que ponerse en sus zapatos y compadecerlo. Amanece demasiado temprano, lo que quiere decir que cualquiera de estas noches es corta, una mentira, algo que se evapora en un santiamén sin dejar una brecha para ofrecerle una propina, un soborno, una nueva promesa de fidelidad. O tal vez alimente a una familia numerosa. En los barrios se ven muchos casos en que el padre de un hijo alimenta a los otros dos de su señora e incluso a un par más que ésta cosechó en su tercer matrimonio fallido, pero no, cualquiera diría al ver a este muchacho contar chascarrillos de toda índole, verdes, negros, tontos, que mal no ha de pasarla después de todo. En la moral de los empleados públicos está grabado a fuego que el gesto recio -en la propia cara- da a la brega el carácter de una proeza mal premiada, de una esfuerzo falto de encomio pero también en la cara prójima la presunción de que todo lamento es fingido, lo que también quiere decir que todo lo radiante es mera impostura, alardes para que ululen en los pasillos las sirenas de la envidia, se congreguen rebaños para decir que fulano es tal y cual y alguien me dijo que le contaron que lo han visto y así. De modo tal que hechos vista poco podía decirse de este sujeto. Nada más que llegaba tarde y no le importaba brindar excusas pero sí replicar aun con su silencio a quien osase atropellarlo, pedirle algún saldo impago, ya que no éste, que después de todo es pintura fresca y pronto lo mancillará el olvido o lo agigantará el oprobio.
Alguna verdad sea dicha alguna vez, por amor al polvillo que nos cobija y nada nos cobra, señores.
Si al mal empleado nadie le recrimina nada es porque esta mañana, cada una de las mañanas que han pasado y cada una de las que puedan llegar a venirse encima (uno nunca sabe si un decreto con acuerdo general de ministros puede derogar las mañanas) toma presuroso los implementos del mate y se dirige a la cocina. Allí encuentra a otros especímenes de poca monta como él, otros que no se jactan de su calidad de incomprendidos y que muy por el contrario, se regodean en su condición de marginales, nuevas o viejas ostras de la Siberia de un regular trabajo mal pago. Con ellos se producen chisporroteos cómplices, estériles revoluciones verbales que desafían la grandeza del padre que a todos alimenta, que sonríen, ríen y se toman las barrigas lo que dura su bravía carcajada que quizá sea lo que tarda una pava en llegar al punto justo para cebar un mate como la superioridad manda y los otros esclavos.
-Están lavando los tanques por eso es que sale el agua sucia –apunta la guardia de ese santo recinto y los anarquistas se miran desconcertados. Y ahora qué será de nosotros…
Lo dicho: poco puede decirse del vulgo mas nadie tiene suficientes cojones para refutar que las paradojas son los ladrillos de este mundo.

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