Jade May Hoey

1974-2004

Powered by Blogger


Locations of visitors to this page

18.12.04

fragmento de un diario al pie de los Andes/4

El alcohol en algunas ocasiones se parece a las mujeres. Es capaz de arrancarlo a uno de los lugares habituales, de los compromisos y del vago desperezarse de los días para mandarse a mudar con brusquedad. Otro lado. El alcohol es otro lado y antes de llegar a ese otro lado el juego de cortejo se parece al de los perros. Andamos de aquí para allá, miramos las botellas con deleite. Después del pasadizo está el depósito y ahí miles de botellas marrones con sus tapitas doradas, aun sin etiquetar pero esos son lujos que a mí no terminan de llamarme la atención. Rubia, Mestiza y Negra son las tres que van a salir en estos días a la venta. Son encantadoramente comerciales, livianas, limpias, refrescantes. Basta tomar un par de vasos para dejar para siempre atrás el mito Quilmes de que la cerveza se toma bien helada y sin espuma. Claro, quién se tomaría esa espuma que es el puro ácido de los estabilizantes.
Pero antes de tomar cerveza fuimos a la casa de Luis, en el medio de la villa. Fue toda una peripecia llegar. Un par de caminos cortados, un poco de barro por la lluvia que no se terminaba de ir. José quería tomarse un té, a mí Luisito me ofreció algo fuerte. Ya me tiene acostumbrado a sus sorpresas. Probá esto, tiene un par de alambicadas, despacito que está potente, debe tener 96 grados. Unos tímidos besos al vasito de grapa. Un trago de ginebra, dos de té. Juro que el olor a ginebra era capaz de despertar a un muerto y que el primer trago fue un tanto intimidatorio, pero después se fueron despejando los colores y una estructura de paredes muy finas en violeta anidaba en la lengua hasta que veía la ola verde y cálida a devolverme la razón. La industria está creciendo. Hace unos años cuando iba a Mallín Ahogado alternábamos distintas cervezas experimentales con mate. Ahora la cerveza está casi toda en la fábrica y arriba quedaron los rudimentos de un laboratorio de bebidas blancas. Bah, alguna que otra roja había, pero eso queda para las navidades, cuando yo esté de nuevo en casa, tomando Quilmas.
Bajamos contentos, el camino se habría paso entre el fulgurante verde de la humedad. Henry estaba embotellando, más un par de visitas gratas y fue toda la tarde vaso y vaso hasta que di con un chop enorme, del tamaño de una pinta y así hasta la noche. El cortejo de estos días dio sus frutos. Era el bienestar que bailaba desde la punta de los dedos hasta el caro cuore y refritamos la memoria de las primeras cocinadas en la cervecería más chica de mundo. Si tuviera scanner aportaría la prueba gráfica. Era de dos metros de largo por uno veinte de ancho. Apenas entraba el dueño con la olla.
Hoy me levanté con la frente descascarada y con una grela de aserrín, telgopor, tierra, tabaco y el golpe del agua caliente resultó una bendición violenta como la cachetada al niño travieso.
Qué lindo es mamarse en El Bolsón.

Comments on "fragmento de un diario al pie de los Andes/4"

 

post a comment