Jade May Hoey

1974-2004

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2.12.04

doble (va) de cuerpo

1

Gustoso hubiera puesto en el buzón el sobre, una carta sin remitente. Para qué. Hay párrafos que proclaman a gritos el nombre del autor. Firmar o dejar de firmar no tiene mayor relevancia. ¿Y qué habría de decir? Lo más tórrido de la historia ya ha sucedido y otros mejores lo han escrito mejor aun de lo que ha sido. Lo absurdo aun no acaba de pasar y de cualquier modo la televisión lo sirve en bandeja y previamente masticado para el ojo idiota.

2

Y a pesar de haber delimitado el campo con las cotas que la ley manda, de tener al alcance de la mano el apuntador y un bolígrafo pronto a sangrar, el vacío. El vacío como habitación, el vacío como idioma, el vacío como plan, en el estómago, el recreo y un solo modo de importunarlo: a golpes de signo de interrogación.

3

Capítulo trunco: plantear analogías.
Las mujeres de antaño declaraban reconocer la valía de un hombre en el aspecto de sus zapatos. Y eso no está del todo mal. Un zapato es un detalle, capital si se quiere, pero detalle al fin, con el rigor que implica que todo el todo esté hecho de detalles, como los puntos de nuestra grafía.
Será que hablar es mucho más sencillo que escribir y por eso nadie plantea, en la oralidad, el asunto de la puntuación. Sabia es la respiración que toma la sartén por el mango y dictamina con precisión la oportunidad e intensidad de las pausas. Escribir es lo que se dice otro cantar.
¿Por qué los puntos suspensivos son tres?

4

El profesor Ramón Idilio Guirao Díaz, reputado lingüista de la Universidad Autárquica de Añatuya comentó hace no demasiado tiempo en un café del centro, entre favorecedores, amigos y cholulos de toda calaña, que no era más que una mascarada de cobardes: dónde se ha visto que pelafustanes amparados en el anonimato irrumpan apenas tronara la última palabra. Y más encima (de a ratos adoptaba los giros de su tierra sólo por el placer de desconcertar al auditorio) en gavilla, esto dicho con el énfasis que supone un vaso de brandy en la mano derecha y la vena hinchada en la sien izquierda. Giovanni Mateyko, terco por vocación, lego por pereza, y cordobés -y por lo tanto natural contradictor- por parte de padre, puso las cosas en su lugar con aire compadrito: sirven pa deschavar a los giles, sirven. Fíjese, dotor, que el bruto usa dos o cuatro, nunca tres, ¿qué más quiere por evidencia empírica?

4

Pero me mordió un pero flaco y los peros, aun los flacos, están ahí para echarle una mano de barniz a la verdad que, toda la verdá sea dicha, se cae a pedazos y requiere una mano de revoque, un golpe de induido y recién después una pintura y demás afeites. En tal caso se impone un sin embargo, mas con media vida pasada a subasta (al mejor postor y sin base), qué más da.

5

Que aquí, que allá, ¿y si escribís?
Seguro, no sé, ¿te parece?. Lo veo, pero mañana.
Pero haceme caso. Mejor poné el remitente. Tené en claro que para morir con las botas puestas es menester, como primera medida, colocárselas.

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