Jade May Hoey

1974-2004

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14.11.04

Los domingos me odio. En realidad odiarme, lo que se dice odiarme, es cosa de todos los días, pero en los domingos ese odio toma el cuerpo de mi figura ociosa. Me siento a escribir y no me sale ni media línea, peor aun, no encuentro ni siquiera algún punto del temario que me interese profundizar, lo que se dice una porquería.
Pero puesto a buscar responsables, porque siempre hay que mandar a la horca a alguien, me doy cuenta de que la culpa es mía, en la medida en que he convertido la escritura en un acto completamente masturbatorio. Qué quiero decir. Quiero decir que me gusta verme escrito y desconocerme y para desconocerme lo mejor es escribir bajo emoción violenta, conmocionado por algún golpe o ante la urgente necesidad de escupir algo que tengo atragantado. Dicho en otros términos, no puedo escribir si no estoy contaminado por cuestiones que contaminan lo escrito o quien sabe si no se escriben solas. El resto es la normalidad. No sirvo para el análisis sereno. No siento que tenga el tiempo suficiente para adentrarme en la reflexión al mejor estilo griego.
Quizá lo que esté haciendo cuando escribo es dar una visita guiada por mis venas y el viaje es aburrido si el tránsito no es torrentoso. Escribir como acto exploratorio del yo. Pensar como revisitar barrios que me sé de memoria. Es preferible una senda al borde del infarto antes que la calma dominguera.
Me reprocho la pérdida de intensidad que padezco cuando estoy tranquilo. Quizá deba dedicarme a escribir crónicas policiales para el diario. Es mala la paga pero todo junto no se puede.

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