Jade May Hoey

1974-2004

Powered by Blogger


Locations of visitors to this page

16.11.04

la construccíón de certezas en Nubes Bajas

Si de algún modo he de morir, será quemado, en medio de un incendio.
Hay certezas que van surgiendo a poco de anudar los cabos sueltos del destino, esos que se ven en las pequeñas manías que desarrolla la persona que son engranajes de una rutina que no se deja ver por el protagonista, convirtiéndose así en un punto ciego que en ocasiones alcanza proporciones patéticas.
El más prolijo de los mortales era Benicio Fioravanti un modesto hacendado con un puñado de ovejas flacas, una vaca mañosa y un gallinero bien constituido. No era demasiado amigable pero -mérito compartido con el cura del pueblo- era el tipo más convidado a comer en Nubes Bajas.
Incluso en la mesa de los Becerra era un comensal animoso que barría con cuanto manjar le pusieran delante. Locro, lasagna, cazuela de mariscos, un churrasquito a la plancha, a nada le hacía asco y no es que fuera feroz en la ingesta sino que inducía a engaño su fascinación por sostener cualquier discusión por tonta que pareciera con tal de extender la sobremesa mucho más allá de lo que indica el buen gusto.
Yo nunca entendí bien cuál era el motivo por el que tanto lo invitaban si es que el no era más que un pobre diablo que decía más de lo que tenía, era más mal llevado que sandía bajo el brazo y nunca convidaba ni siquiera un té con leche. Se me hace que todo mundo gustaba de codearse con Benicio y sus alardes por el único placer de aparentar más de lo que era, lo que tampoco era la gran cosa en apenas un pueblo extraviado del ferrocarril y el consuelo del gobierno del estado.
Mucho menos entendía a mi vieja cuando se mordía la lengua para no putearlo como él se merecía cuando soplaba el plato como quien desea que no quede el mínimo resabio de polvo. En eso sí que Benicio era insufrible.
A mi encono de borrego criado a tontas y a locas en la cultura del deber no le llamó la atención que muriese envenenado. El muy sinvergüenza no fue tan culo de limpiar la lata de sardinas que abrió en la soledad de su casa un día en que nadie requirió su presencia.
Con un antecedente tan certero y próximo entiendo por qué razón mi cuerpo se alarma cuando la brasa del tabaco en el cenicero se confabula con la colilla y se me llena de humo la casa.

Comments on "la construccíón de certezas en Nubes Bajas"

 

post a comment