Jade May Hoey

1974-2004

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1.10.04

una de amores imposibles

Tal vez sea cierto aquello de que el amor es el único tema y que en todo caso el resto son disgresiones, atajos, refutaciones, ebulliciones, metabolizaciones del mismo fenómeno. Como sea, desde lo literario el amor que no es imposible es casi de ningún valor. A quién puede interesarle la saciedad de los amantes más que a los propios amantes.
Quizá por eso me ha gustado mucho una historia que me contaron recientemente. El escenario, un tablero de ajedrez. Los protagonistas, un alfil (presuntamente hembra, aunque eso no lo he podido constatar) y un caballo. No es conveniente al relato ahondar demasiado en la psicología de los personajes, pero hay ciertas notas que duelen a la vista: un alfil siempre ve el lado del tablero que le conviene, el otro le resulta inaccesible, entonces es natural que hasta en el amor vea la mitad del vaso lleno incluso cuando no hay tal vaso; el caballo es saltimbanqui, de aquí para allá con un movimiento que más que funcional es pintoresco, pero que en el fondo es un gran cobarde desde el momento en que puede jaquear a la dama sin dar la cara.
Quién puede negar que esta es una historia bellísima, que el resto de las piezas quisieran ponerse a aplaudir pero son egoístas. Sólo hacen equipo en la mente de la mano que las mueve. Por sí solas no tienen relieve aunque actúan como si fueran amas y señoras.
Hace muchos años me enseñaron que las rectas paralelas se cruzan en el infinito, lo que es un buen modo de decir que tal confluencia es algo vedado a los hombres, casi limitado a una entidad divina. Me pregunto cuál será el infinito de los tableros de ajedrez, aquel capaz de reunir los destinos esquivos, el que por fin derogue la lógica vetusta de los escaques.

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