De puro pasármela viendo crecer la enredadera he perdido la noción de la simpleza. Bastaría con volver a creer que hay un tallo madre y el resto es mera bifurcación.
Tal vez el tránsito hacia la mediana vejez no pase demasiado lejos de esa calle: la pereza por desenterrar el par de reglas básicas sobre lo que el todo se erige encapotan la razón y desatan estúpidas pasiones, si se me permite la redundancia. Pero de a ratos me azota la melancolía de lo que ya no es y eso echa a un lado las piedras del camino. El velo perenne sobre la pared es un evangelio escupido de malos modos: tu obra más sólida es menos que un puñado de hojas despilfarradas. Otro parecer aquí. |
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