Jade May Hoey

1974-2004

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15.10.04

...para darte un escudito de mi provincia adoptiva. No es nada. Para mí no es nada. Es otra de esas cosas que si cobran algún valor es muy lejos de acá. No me causaría el menor perjuicio entregarlo a otra alma y en cambio a esa alma le reportaría un fragmento de mí, un arrabalito, una sobra y esas son las cosas que verdaderamente valen. Es sabroso el pan recién salido del horno pero mi boca, esta boca lateral y mentirosa, se ha acostumbrado devotamente al pan de varios días, a la tajada que opone dura resistencia a las ansias colonizadoras del adelantado Diente, la que se comporta con la bravura de un batallón y hay que combatir con la presta ayuda de la saliva, la nada casi líquida que nada vale. Comprenderás que habría otros manjares en mi carta, que muero de ganas de decirte que con tus mocos me haría el banquete y ya no hablo de las apologías griegas del amor sino de otra cosa más pedestre, más nuestra. Me refiero a la construcción del individuo desde su deshecho, la minucia sin importancia, el contorno hecho ente por el soplo de una divinidad contingente. Epifanía le llaman aunque yo sólo he visto la imagen del cierre que se muerde los dientes como una brecha insalvable, una imposibilidad como la puerta sobre la que se erige el cerco de la víspera, una envoltura sobre otra para esconder el polvo perimido, el nunca como una amenaza consumada que presiente que los dientes a la vez muerden una palabra filosa, vacía del contenido que se pretende dominio, la puja del otro en los pliegues del mismo ser. Ya no creo en esas cosas. Elijo mi sencillez pueblerina, la estela que voy dejando que en ocasiones sabe a herida, a dado al que le falta el as y con esas sales me descubro tan muerto como esto que te escribo.

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