Jade May Hoey

1974-2004

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29.9.04

No debiera permitirme esos arranques de delirio pero a veces no hay modo de actuar cuando la inmundicia acecha y golpea donde más duele y vuelve a golpear y apenas si de cuando en vez da una leve tregua, se aquietan los temblores de la víscera, se momifica el miedo, se comprime y ahí de nuevo otra estocada y otra y la voz podría salir ronca pero hay un orgullo, una cierta mentira erigida con mucho esfuerzo, que es la que da la orden de callar, de guardar en una cajuela esa cosa que el cuerpo desea vomitar, ese malestar agravado por ser concreto, esa multiplicación de la elocuencia, la viscosa erupción de la vergüenza, el tormento que va y viene como un preso en su celda que masculla bronca cuando nota que el peso de las horas no acaba nunca de caer en sus espaldas y sin embargo eso que late se astilla y vibra cuando desea dormitar y miente cuando quiere escupir y deja marcas de sus uñas en la pared y después se arrepiente de saberse reproducido en ellas y ni siquiera puede ampararse en el olvido, bueno sería, qué tanto, un cápsula de olvido antes de cada comida, quizá la ilusión de amargar a la amargura, cercarla en el rincón y lapidarla.

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