Jade May Hoey

1974-2004

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24.9.04

Introito a la Protoliteratura

El buen día se conoce desde la mañana dicen algunos que creen saber. De ser así, mi suerte está echada desde hace muchos años. Debo confesarlo: a mí la literatura me engañó.
En la escuela me enseñaron que los poetas eran tipos como Neruda, que deponiendo pastiches almibarados se ganaban chicas y quién sabe sino la fama, el dinero, la agregaduría cultural en nuestra embajada en Bélgica.
Pero no. Ni Neruda era poeta, ni imitar esas cursilerías me deparó mucho más que un cesto de papeles arrugados que ni el basurero quiere llevarse. Para colmo de males no aprendí ni métrica ni versificación y fui humillado por maestras que no hacían otra cosa que reprenderme.

Qué le pasa, Mayer. Usted tiene talento para sobreponerse a estas adversidades que, después de todo, convengamos que no son tan graves. ¿Sabe una cosa? Es mejor que se vaya olvidando de la poesía, mejor detengámonos en la narrativa, en su narrativa. Usted cuenta sus historias como el culo, a sus relatos les falta tensión, todos sus personajes se peinan con raya al medio como usted. Sin embargo, también hay que decirlo, es notoria su capacidad para hilvanar ideas. ¿Por qué no explora el ensayo?. Tómelo como una sugerencia, eso sí, va a tener que leer mucho, documentarse, esa no es tierra de autodidactas. Bueno, en realidad no es para cualquiera, pero fíjese que con la profesora Rebagliatti nos reímos mucho de una cualidad suya. La llamamos la argumentabilidad demoledora del alumno Mayer. Créame que nos da mucha risa la tenacidad que usa para justificar sus actitudes irresponsables como un gato panza arriba. Ahora vaya, tiene un siete.

Quince años después sigo en la porfía principalmente porque soy soberbio, testarudo y mi nombre tiene cinco letras, igual que mi apellido y una gitana, a cambio de unas pocas monedas, me dijo que por ello tendría facilidad para subir las escaleras que llevan al poder y la gloria.

Pero todo eso ya es parte del pasado. Ahora es la protoliteratura: todos los autores son personajes de una obra inabarcable que aun no termina de escribirse. Huelga decir que eso constituye un avance respecto de la literatura tradicional: antes el lector se encandilaba con la letra muerta (que lo diga yo que durante tantas noches he amado en sueños a Margarita Gauthier); ahora mira de reojo un corpus vivo, viscoso, mutante y a veces se descubre enamorado de un personaje de carne y hueso al que sólo accede alumbrando su senda por una loca fe hecha de mentiras piadosas. Todo para ver en las rimas consonantes un pecho generoso, un guiño en los puntos suspensivos, en cada cursiva un mensaje encriptado sólo para él.

De cualquier modo, me resta seguir investigando el código secreto. Yo que tan afecto soy a faltar a mis promesas, les garantizo que comunicaré las novedades que surjan. Entretanto baste decir que el que haya descifrado el código antes que yo será mi héroe.

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