Jade May Hoey

1974-2004

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6.6.07

El adjunto/5

El tipo se asoma a la puerta. Desearía no tener que entrar ahí, que ése no fuera su trabajo, que no hubiera una mujer esperándolo. El tipo se detiene. Lo mira todo desde la puerta. El invierno no ha levantado del todo las persianas. Es poco lo que se ve más allá de los ventanales. Menos mal, no es la gran cosa, piensa él. Duda por un momento. Quizá deba demorar la entrada, no mucho, un par de minutos, lo suficiente para dar una vuelta más por el pasillo. Le gusta hacerlo. Demorarse, quiero decir, demorarse saludando a todos los que andan por el pasillo. Los imagina esperando su saludo. Desde que se mudó aquí y conchabó este empleo se siente un tipo poderoso. De él y de su mujer dicen "son los contadores", pero sólo ella es contadora. El, en todo caso, ha sido un alumno crónico cuando joven. Es que desde joven le gustaban los pasillos. Estarse ahí, a la espera de uno y otro saludo. Eso, cuando los saludos no valían nada más que eso y eso era mucho, muchísimo. Ahora es diferente. Ahora lo saludan, le piden favores. Muchos tratan de congraciarse con él y hasta han comenzado a llamarlo por el nombre de pila. El tipo busca en el bolsillo de su saco. Toma un cigarrillo y lo prende. Echa una larga bocanada de humo, la primera del día. Dirán que sólo esa le da placer y que el resto de las veces sólo lo hará por calmar los nervios. La ansiedad. Pero tal vez no. Tal vez disfrute más de una vez. Es tan bello el humo azul llenando el cielo modesto de los pasillos. O quizá lo esté sufriendo. A esta cigarrillo, a esta primera pitada de la mañana, como luego sufrirá todos los demás. Cuántos serán hoy. Ojalá que no más de medio atado. Quién lo sabe. El no. Yo tampoco, pero se me ocurre que hoy podría ser un buen día. Debería serlo. Debería comenzar tan pronto como él cruce el umbral de la puert y tome a esa mujer por la cintura. Quizá la bese y le diga buenos días. Quizá sólo le dé los buenos días y dejé el maletín en la silla. Luego se aflojará la corbata, revisará la agenda, pedirá que le traigan un café. Pero para que sea un buen día será ella la que le vuelva la corbata a su sitio, al que es debido y él no ha tenido la precaución de acertar. Hay mañanas así. Todas las mañanas tienen un poco de eso. Ella llega primero. Ella está en la oficinay él un poco nunca está. Aunque entre, la tome de la cintura y le dé el beso de los buenos días.

Comments on "El adjunto/5"

 

Anonymous Anónimo said ... (8/6/07 07:34) : 

que no se pierda el valor del saludo

saludos

 

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