Jade May Hoey

1974-2004

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3.2.06

Tusitala

Dedicado a Acteón, a quien le perdonaría cualquier cosa, incluso que se dedique a la crítica, salvo sus escamoteos como autor.
La verdad es que no tengo demasiadas historias de campamento y no es precisamente por falta de experiencia sino, muy por el contrario, por la naturalidad con la que la vida del campamentista trascurre en clave de anécdota y poco es lo que uno recuerda de esos cuadros fuera de las oportunidades en que toca volver a vacacionar.
La mayoría de las veces, con mis amigos, y por cuestiones de cercanía con los centros poblados, escogemos el lago Rivadavia, dentro del parque nacional Los Alerces. Es que ya estamos todos en edad de merecer y pocos estamos a salvo de la tiranía de cargar con la prole cualquiera sea la empresa.
Debería avergonzarme al contarlo, pero mucho me temo que a ninguno de ustedes sorprenda esta vieja novedad: mis habilidades manuales son menos que escasas. Por esa razón y por la imperdonable ausencia de un guitarrero dentro de mi grupo, me veo compelido a inventarme algo digno de contar para prolongar la vigilia ante la lumbre del fogón. Desde luego esa práctica me resulta mucho menos enojosa que cargar lo más pesado del equipaje, ir a buscar leña o cocinar, y de paso, no es óbice para que despunte mi pasión por el trago.
De todos modos, el mejor de mis recuerdos de campamento se lo debo al campamento menos campamento entre todos los posibles. Quiero decir: no puede hablar de campamento el afortunado que durmió en un sommier. Fue en las cercanías de El Bolsón, en una cabaña de obscena comodidad de propiedad de un turco bastante conocido en la zona. A pesar de todas las gentilezas que tuvo para con nosotros todavía conservo el registro de su cara: flor de hijo de puta, el turco.
Una de las bonitas cosas que suceden en el lago es la pesca con mosca. Hay pocas sensaciones comparables a tirar y tirar la caña para forzar un estiletazo sutil que seduzca a las truchas. Mientras la parte superior del cuerpo se encarga de administrar la fuerza puesta al servicio de las intentonas bajo el persistente rayo del sol, de la cintura para abajo se siente el frío virulento del agua del lago de un modo tan parecido a la ebriedad que yo podría tranquilamente perecer por congelamiento, tal el engaño térmico del juego.
Por supuesto el segmento masculino celebra la pesca en cuanto actividad a la par que las mujeres censuran la poca eficacia de los tipos que dilapidan su tiempo para no conseguir nada, por no mencionar el costo de los equipos, que saldrían más baratos si costasen un ojo de la cara.
De los días en la cabaña del Turco me quedó grabado el tanque australiano en el que criaba truchas. Toda una tentación para estos tipos entrenados en el arte de tirar la caña. A falta de mosca, buena es la miga de pan. La caña es lo de menos. Un alambre torcido debería ser igualmente útil.
Claro que después, en plan de narrar la hazaña ante el público femenino, no fue nada sencillo ponderar la forma poco ortodoxa de pesca que nos deparó nada más que una pieza. Enganchada de un ojo.

Comments on "Tusitala"

 

Blogger Miguel P. Soler said ... (3/2/06 16:20) : 

Un honor, Jorge.
El Parque Nacional Los Alerces es uno de los más (o tal vez el más) hermoso y más completo de los parques.
Gracias.-

 

Anonymous Anónimo said ... (5/2/06 22:29) : 

For export!! directamente desde el planeta El Bolsón
http://guitarrasartesanalesluismachelett.blogspot.com/

 

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