Jade May Hoey

1974-2004

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9.3.06

Marcas

No hablemos de talentos, que ya es una palabra ahuecada, aberretinada al punto de necesitar que urgente la pongamos a baño maría, a ver si podemos redimirla del manoseo. Mejor hablemos de experiencias artísticas.
¿La belleza repetida sigue siendo belleza? ¿O la belleza sigue siendo un bicho que nos llama la atención en la medida que no hemos generado un sistema que nos inmunice frente a él?
Presupongo, claro, que por la belleza hemos de pagar un costo, que es una molestia, una picazón y a mí me gusta pensar que ese costo tiende a amortizarse con el paso del tiempo.
Por eso no me gustan las canciones de protesta. Salvo que el autor sea verdaderamente un elegido, esas canciones envejecen junto a él, junto al diario que dictó esos versos.
Por eso no me gustan las adaptaciones, esa maldita costumbre de asumir la inutilidad de un hombre sometido a que se repita la Historia, las historias, la istoria (sin mayúscula y sin hache), no porque descrea de que los ciclos han de repetirse mientras dure el tiempo, sino porque reniego de quien se resigna a ser una pieza de ese engranaje.
Mi capricho es preferir a los otros, a los que ponen el pellejo porque, después de todo, sigue siendo más simple hablar mal de, por ejemplo, Bush jr., de hambre, de muerte y defenderse con la corrección de un escudo hecho con materiales tan baratos, tan efímeros. Considero más valiosas las construcciones estéticas que toman riesgos, las que no se conforman con el hombre y su gastada sinonimia sino que le dan una vuelta más.
Hay quien juega a dejar marcas en el almanaque. Los otros se dejan marcar por él.

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