Jade May Hoey

1974-2004

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3.3.06

Lila

Aparté de mi vida la camisa lila, tanto la quería que era casi mi piel de los lunes. No me daba cuenta de eso. Simplemente se hacía lunes y apenas recobrada la conciencia, o en el tránsito por ese entresueño que tanto se le parece, sin prender la luz me dirigía al ropero y como si fuésemos dos amantes que se reconocen por el olor yo estiraba mi mano allí dentro, en esa oscuridad un poco más espesa, un poco más oscura que la de puertas afuera y al leve roce de mis dedos con la tela la reconocía y con entusiasmo primerizo la arrancaba de la hospitalidad de la percha para ponerla sobre mis hombros, primero el brazo izquierdo, el derecho y los botones, de abajo hacia arriba y los puños, y era de toda justicia que el día se llamase lunes y todo mundo anduviese con un humor que ni los perros porque yo paseaba oronda mi camisa lila, ostentando mucho más de lo que podría conseguir por propia mano, pero en el fondo a quién le importa, decime vos, que esto sea un juego que suma cero y estos sobrantes que hoy que es lunes elijo calzarme son al costo de recibir un gruñido por los buenos días, la factura del gas en vez de la carta que siempre espero, cosas así, que con suerte van de paso, sólo que a ella, vaya a saber por qué motivos, un buen día le da por encapricharse y no quiere salir conmigo si no la plancho y yo reniego un poco, vuelvo a mirarla y acabo por darle la razón y sin quererlo ya hemos formalizado nuestra relación y hay un día para lavado y otro para planchado con tal que el lunes ella esté disponible para mis hombros que la echan de menos, cómo no hacerlo, si los golpes de suerte con ella presente se hacen costumbre y bien vale la paga, el lento aprendizaje de los secretos para un puño cierto, para una manga decidida, para que el cuello salga siempre airoso, y jugarle cada día esa broma que no le gusta y arremangarla pero sólo hasta ahí, donde se planta la arruga. Pero no sé qué nos ha pasado en el medio que ya no nos reconocemos, qué para la arruga imperdonable que ha crecido en el pecho y se mofa de mis esfuerzos plancha en mano, qué para esa indiferencia de matrimonio con saldos viejos por pagar, que es también un modo de decir callando, de decir ya no te quiero, de ponerme ante el absurdo de estirar la porfía allende la frontera de mi orgullo, de ponerme ante el reto ineludible de ser yo quien tome la palabra que designe al desprecio, al ya no, o al silencio desabrido que se pretende un tal vez mañana, a lo mejor, si te da por aflojar, porque lo que es yo ni lo sueñes, borrar el papiro de la vieja promesa y el lunes que entra estirar la mano al profundo incierto para dar con la piel que se ofrezca a ser mía.

Comments on "Lila"

 

Anonymous Anónimo said ... (3/3/06 12:43) : 

Cualquiera que exija que uno ande plancha en mano no se merece otra cosa que el más profundo desprecio

 

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